Reloj

Mi vida de reloj

  • Mi nacimiento

    Mi nacimiento
    Fui fabricado por un magnífico relojero llamado Didier Cancellara en su pequeña fábrica de Berna, Suiza.
  • ¡Adiós Suiza, kaixo Euskadi!

    ¡Adiós Suiza, kaixo Euskadi!
    Al poco de nacer, mi creador me vendió a una pequeña tienda de Berna, en la que estuve varias meses hasta que un turista me compró. Aquel turista provenía de Deba, Gipuzkoa. Me compró como regalo de bodas de su hijo Jose Mari. A partir de ese momento me fui de Suiza para siempre, para ir a Euskadi.
  • El comienzo de una gran amistad

    El comienzo de una gran amistad
    Tras una bonita ceremonia de boda en la Ermita de Santa Catalina (Deba), el señor que me compró en Suiza, me regaló a su hijo. Su hijo, Jose Mari, estuvo muy contento al verme y no dudó ni un instante en ponerme en su muñeca izquierda. En aquel instante sentí una felicidad indescriptible. A partir de ese momento, Jose Mari y yo fuimos inseparables.
  • El día que rocé la tragedia

    El día que rocé la tragedia
    Un día, mi correa se rompió. Ya no podía ir a todas partes con Jose Mari. Fuimos a la relojería de Deba, pero no había ninguna correa para mí. Pensé que ese sería mi final, pero Jose Mari, en vez de abandonarme, no se rindió y fue a las relojerías de Eibar y Zumaia, pero no hubo suerte. Finalmente, fue en Zarautz donde pudimos encontrar un recambio que me sirviera. Aquella crisis había llegado a su final. Los dos volvimos felices a casa.
  • Hasta siempre, Jose Mari

    Hasta siempre, Jose Mari
    Este día me separé para siempre de Jose Mari. Falleció a causa de un infarto. Quise que me enterraran con él, pero su viuda pensó que sería una pena perderme a mí también. Tuve que ser fuerte y respetar su voluntad.
  • El elegido

    El elegido
    Tras pasar más de un mes metido en un cajón, la viuda de Jose Mari decidió que era mejor darme un nuevo dueño. Pensé que me iba a vender a un desconocido, pero me alegré mucho al ver que el elegido era el nieto llamado Urtzi. Cuando me puso en su muñeca izquierda, noté una sensación familiar. Me di cuenta de que aún no había llegado mi hora y de que tenía cuerda para rato. Desde entonces no me he separado de él. ¿Quién sabe qué me deparará el futuro?